ESPERANDO ENFERMAR (A Beckett)


Querido escritor



Le hago llegar esta breve confesión pues estoy enfermo. maldito, confinado a la técnica y al progreso. Miro a nuestro interior y descubro infelicidad, insatisfacción recubierta de una gruesa pero transparente capa de soledad. El amor ha desaparecido entre gigantes mecanismos que succionamos para su posterior desecho. Asertividad transformada en pestilente franqueza. Egolatría y hedonismo triunfantes en la materia orgánica. Creamos desechos humanos, tuercas giratorias. Inconstantes. Nuestros cementerios, la tierra, se alimentan de ellas y todo se oscurece.

—Y lo desechamos.

Deseo revelarle que mi búsqueda se ha detenido un instante por vez primera, revelándome futuras penas largas y oscuras. Familias que rogaron a gritos comprensión y cariño y a las cuales respondimos con nuestra más enérgica repulsa.

Mi mentira, la de todos, es una. El error. Jamás sería sincero a mis seres amados, pues lo creo, sincermanente, una gran equivocación. Solo mostraré mi visión real a quien juzgue sin motivo, a quien desee crear de nuevo sobre nuestro triste entorno repleto de placer efímero.

Como bien sabrá estoy enfermo de belleza, malditamente enfermo. El amor nunca comprendió, condenado a errar, alejándome en este desesperado intento. Deseo entender cuánto es poder conocer. El aprendizaje es la clave y no guarda ningún fruto secreto. Su funcionalidad está destinada al viaje interior del alma, atormentada o no. El gran viaje.

Mi mente enloquece genialmente para mí mismo, estúpida e innecesariamente para el resto. Imaginará cómo mi humanismo se extinguió. Ahora solamente pervive el espacio invisible entre los seres vivos y el mundo, eso a lo que llaman Vida.. Nadie conseguirá provocar una fuga de este refugio, convertido en prisión por la lógica incierta. Sólo la intuición me libera de prejuicios y falsos condicionamientos externos. Que nadie se atreva a amarme, pues nunca conseguirá que le salve de él mismo.

Comprenderá que estoy enfermo, porque a nadie le importa. Y ese gran “nadie” cada vez provoca una carcajada mas honda y sonora en mi alma, pues se ha transformado súbitamente en un sutil “todos”.

Ahora transcurren horas que se entretienen en pantomimas de desviarlos mas allá del horizonte de mi cariño. Así pues, en mi delirio, todo podría volver a ser lo que un día pretendí.

Ella regresando a casa.

—Me alegra que sea tarde para ellos. Y el momento preciso para mí.